viernes, 1 de mayo de 2015

El asiento 1b

Madrid. Llevo varias semanas aquí y este fin de semana decidí ir a casa.

Estación de Atocha y empezamos puente. Un montón de gente,  con sus maletas, sus prisas, ves discusiones, caras alegres, despedidas geniales, trajín de gentío con sus vidas...en sus maletas llevan mucho más que ropa, llevan las ilusiones, los miedos y también los sueños.

Ave Madrid - Zaragoza. Jueves, salida 16:05.Asiento 1C ventanilla.

Dejo las maletas, la americana arriba tranquilamente y me siento. Recuesto el asiento. Respiro hondo. Voy a casa. Semanas duras, chulas y duras. Cierro los ojos. 

"Mundo, déjame un hora tranquilo", pienso mientras silencio el móvil.

Al poco, viene una mujer al asiento 1b. 

Es una mujer guapa, seria, elegante y con gusto al vestir, de unos treinta y siete años, de ésas con facciones finas, morena. de pelo corto y lleva a un precioso niño en brazos. 

Es su hijo, tanto cariño y ternura sólo viene de una madre. 
La madre, aunque es seria, ríe con el niño y le hace carantoñas y le regala mil besos. El niño, que en el chupete pone su nombre, -pongamos Marcos-, ríe y ríe. Simplemente está feliz y la madre con él. Una imagen genial. 

La madre, observa enseguida que estoy cansado e intenta hacer callar al niño que no para de carcajear, reír y hacer pedorretas. 

Me pongo las gafas de sol y giro la cabeza para que estuviera tranquila. El niño me mira y quiere tocarme. Le hago un gesto a la madre en señal de que no pasa nada, realmente no me importa, de hecho la imagen es, en sí, preciosa. 
El tren sale. Comenzamos viaje. 

Ella recibe una llamada en su blackberry negra. El niño está apoyado en la mesita y está tranquilo, duda, pero decide atender el teléfono. 

La sonrisa se borra al instante. 
Ella habla muy bajito, no quiere molestar, si fuera por ella, es de ésas personas que cuando les llaman, se levantan y hablan donde se debe hablar. 
"Haz lo que quieras". "Los dos sabemos hace tiempo que esto no tiene sentido", dice seria y también triste. Cuelga. Aunque al otro lado del teléfono se notaba que querían seguir hablando. 
Gira la cabeza pausada y me mira; ya no llevo las gafas de sol. Levanta las cejas, y con una voz que salía del corazón dice: "cometí una vez un error, no lo haré más, estaré con quien quiero estar". 
Le sonreí, me quedé callado y le levanté el pulgar.
No hablamos más en todo el viaje. Ella siguió haciendo carantoñas a su niño, y yo me quedé dormido, y si me despertaba, allí estaban, de foto. Dándolo todo. 

Llegamos a destino. Salimos a la vez, aunque ella iba algo más rápido. Miraba hacia arriba, buscando el final de las escaleras con una ilusión desbordante. 

Las escaleras mecánicas se le hicieron eternas. Allí estaba él. Un hombre de su edad, sencillo, con cara de buena gente, con los brazos tan abiertos que cabía el mundo. 
Allí fue. Un abrazo espectacular, se susurraron algo al oído y allí se quedaron. 
Pasé junto a ella, y le guiñé un ojo. Ella lo guiñó también. 

Una mujer valiente sin duda, que decidió dejar todo lo que debía dejar para hacer realmente lo que sentía. 
Le deseo que sea así de feliz toda la vida.
Me hizo pensar en si de verdad estamos con quien queremos estar, conozco - seguro que tú también- muchas personas que se dejan llevar por la inercia, personas sin emoción o muy poca, gente que se levanta por la mañana pensando en que su vida es y será así, sin luchar. 

A ella y a él, les llegarán también mal dadas, y hay que estar preparado, hay que tener paciencia, la vida tiene piedras, puentes y valles. Lo importante es estar unido, y estar con quien quieres estar, con esa persona que te roba el alma, que te suma y te encuentres en sus ojos, que hables de la vida y sientes que naciste para vivirla con ella. 


No os he dicho el nombre de ella. Se llama Felicidad. ;-)