sábado, 21 de marzo de 2015

Cómo decirte...

Cómo describir el borbotón de sensaciones y detalles que a uno le llegan, que inundan los pensamientos a millares cuando de repente, te recuerdo.
Cómo explicar lo que es inexplicable, como dejarte ver un trocito de lo que cada día amanece y se acuesta en mi cabeza.
Cómo puedo contarte, que no hay nadie ni nada en el mundo que pueda hacerme olvidar que ya no te tengo. 
Cómo explicarte, mamá, que ya nada será igual. Que ya nada es igual. 

Cierro los ojos y allí estás. Gigante, grande, sonriendo y mirándome cómo sólo te puede mirar el amor cuando te habla. 
Viviría mil vidas, y en todas ellas, te elegiría a ti como madre. No cambiaría nada, ni siquiera lo menos bueno, porque eso nos hizo fuertes, inmensos y eternos. 
Cuando uno está al otro lado - cuando quien fallece es la madre de otro- siempre piensas que el tiempo lo cura todo y que, aunque sea poco a poco, aquello mejora. Escuchas frases del tipo " te harás a la idea".
No es cierto. 
De hecho, cada día es más verdad, precisamente porque sumas días sin disfrutar de ella, sin compartir, sin su voz, su olor, su risa y su amor brutal. 
Tienes otras risas geniales, otros olores que te hacen volar, otras caricias llenas... pero te falta el suyo. 

Intenté, buena parte de mi vida, devolverle todo lo que ella me dio. No lo conseguí. Ni de lejos. Recuerdo que a veces, de broma, me decía "ya verás cuando yo te falte". 
Son frases que supongo que todos hemos oído, y son frases que - hazme caso- no le das la importancia que debieras. 
Intenté compartir todos los momentos que pude, viajes, cafés, detalles, momentos y momentazos,  mesa, mantel y risas. Intenté estar cada día a su lado cojido de la mano y darle mil abrazos, y aún así me faltaron millones. 

Luché a su lado todos los días que pude, y aún así ni me acerqué a todo lo que ella me dio. Todo lo que me enseñó y  lo feliz que me hizo sentir.
Miro al cielo orgulloso de ella, echándola de menos, pidiendo perdón por todo lo que me faltó y agradeciéndole que ella fuera así: única y genial.

Supongo que frases como "ley de vida" y chorradas similares son nuestras excusas para intentar aceptar lo inaceptable, para darte cuenta que, realmente, para la vida no hay segundas oportunidades y que amarás a gente que desaparecerá, así que más vale no perder ni un segundo, ya no un minuto, ni un segundo en compartir la vida con quien de verdad quieras compartirla, en darte con mayúsculas, en mimar a tus padres como ellos lo han hecho contigo y más, en abrir los brazos al mundo que quieres tener cerquita y un día poder decir: "sí, fui yo".

Ella lo pudo decir. 

Gracias Mamá.