martes, 30 de diciembre de 2014

Agur, 2014

Estos días, viendo el mar de la ciudad que me tiene enamorado, allá donde las olas rompen y ese color verde de invierno genial te invitan a pensar en la fuerza que tiene la madre, la madre naturaleza, me venían a la cabeza como si fuera una peli pasada a gran velocidad todo lo que ha sucedido este año, que es mucho. 

Nunca sabemos lo que nos depara cada nuevo año, eso es cierto, pero hay cosas que son difícilmente imaginables. 
Marcado, evidentemente por la muerte de mi madre, este 2014 ha sido un año donde se han puesto el punto final a un montón de cosas y se comienzan también libros en blanco, geniales, donde la historia la escribo, la vivo, cada día.
Cambié de ciudad, de empresa, compañer@s, rutinas, lugares... cambio de vida. 
Recuerdo durante buena parte del año volar a Zaragoza para ver a mi madre en el hospital, vivo la sensación ahora del recuerdo constante a ella durante esos viajes, de las cientos de charlas por teléfono, su washapp de todas las mañanas con mil corazones y besos que guardo y guardaré toda mi vida. 
Recuerdo a mi aita. Siempre allí, fuerte, potencia y cariño, para lo que haga falta, como hoy. 
A veces, tengo la sensación de que ha pasado una vida de todo esto y realmente aún no ha terminado el año. Deben ser la cantidad de horas dedicadas a la reflexión, el dolor, y las noches en vela pensando que se nos ha ido el alma de la casa. 
No hay consuelo, es cierto. 
De cualquier modo, soy un hombre con suerte. La suerte de mis amigos y de personas que tengo bien cerquita que le hacen a uno grandullón, hombros amigos y abrazos sinceros, amor y cariño que te llevan al calor y a estar agustito. Ell@s, me suman. 

Hermanos que hacen piña, apretamos dientes y conversaciones infinitas, besos de herman@s que se quieren, y que, realmente, es un homenaje a ellos, a mis padres que hicieron lo que hicieron, y lo hicieron bien. Para mi, tener a Iñigo y a Maider sólo significa orgullo, geniales, ejemplos vivos.

Ahora viene el 15. Sólo le pido salud para los míos. 
De lo demás, me ocupo yo. 

Espero, de vez en cuando, aquí, contigo, poder contarte algunas de las cosas que vivo, poder compartir reflexiones y momentos especiales.

Las otras cosas, quedan entre la vida y yo. 
Feliz 2015!



sábado, 20 de diciembre de 2014

Nunca

Se acerca. La escucho, la veo ahora cada día en la decoración de las calles, de los escaparates, del ambiente, del oir a compañeros, a los amig@s hablar de la compra de regalos, de cenas, comidas y menús... Ya está aquí la Navidad.

Cuando uno vive lo que vivo, la Navidad, los regalos, la familia y todo esto que antes sentía y me encantaba, ahora se vuelve una época que lo único que quieres es que pase. Y que lo haga rápido, por favor. No es que esté asqueado o que ahora odie esta época, no es eso, es que simplemente me falta un trozo enorme del corazón.

No hay Feliz Navidad. Hay echar de menos, mucho. Hay miles de momentos que recuerdas vividos, que por un momento te hacen sonreír precisamente por lo feliz que fuiste, pero que, en nada se convierte en un "nunca más".

Llevo pensando en esto del "nunca" unos cuantos días. 
Es una palabra que utilizamos mucho, y a menudo demasiado fácil y sin pararnos a pensar en lo que realmente significa. 
Yo, por primera vez en mi vida, me he dado cuenta de la profundidad, del verdadero significado, de lo que implica y lo que uno siente cuando la palabra nunca es verdad. 
Es un guantazo a la vida. Nunca, significa que hasta el infinito, hasta que no haya nada de ti, jamás volverás a sentir el abrazo de tu madre, el amor bestial e incondicional que sólo una madre puede dar, las charlas y las risas, las emociones y los sueños compartidos con ella. Nunca, no es más tarde, ni después, ni dentro del 20 años, ni ya veremos... Nunca, es nunca. 

Es cierto que hay un montón de motivos por los que uno debe alegrarse, disfrutar - y lo hago-, sigo queriendo exprimir cada minuto porque no vuelven, y eso también es nunca, pero hay días realmente complicados. Fechas más difíciles. 

A ti, que ojalá puedas disfrutar de toda la familia completa, déjame que te de un consejo: aprovéchalo a tope. Da de ti todo lo bueno que puedes dar, alegra esa cara, sonríe, haz que se rían, graba en tu memoria cada instante, guarda los pequeños detalles, los susurros y los te quieros en tu corazón para siempre, dilo ahora, y vive sin dejar nada en un tintero, que no sabes cuando va a terminar.

La Navidad es para los niños, dicen. Pues eso somos hasta que de aquí nos vamos. 

Las arrugas sólo nos hacen niños mayores, porque, al fin y al cabo, te sigues preguntando y deseando lo mismo que cuando eras un enano. Antes creías en los Reyes Magos, ahora crees en las buenas personas, lo que antes eran regalos, hoy también lo son, pero los quieres en sonrisas, caricias, hombros y sorpresas tontas. 

Os deseo una gran y Feliz Navidad a tod@s. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

¿Quién eres tú, Muerte?

Vienes en silencio. Cabrón. Vienes a robar felicidad, esperanza e ilusión.
¿Quién eres tú, que nos robas millones de momentos mágicos? ¿Quién te crees que eres para borrar de un plumazo tanto amor? 
Te ríes de nuestras lágrimas, porque nunca has sentido más que el rencor, la rabia y el dolor. 
Vives desde el infinito y nunca podrás echar de menos a nadie. Nunca sentirás la vida porque eres Muerte y destrucción. Arrasas porque tienes envidia de los que sí tuvimos la suerte de ser felices con mayúsculas. 
¿Quien eres tú, que además de llevarte la vida intentas que el chirriar de nuestros dientes por impotencia nos haga sentirnos desalmados? Envidia. Eso tienes, porque jamás tuviste alma, ni la tendrás. Cabrón.

Has perdido. Hoy has perdido. Tú, si. 
Déjame que te explique los motivos. 
Hay personas, como mi madre, Merche, que acumulan tanto, tanto amor, tantas vivencias, tanta ilusión y tanta fuerza que lo que dejan aquí es una obra tan bestial, tan pura que permanecerá más allá del infinito, lo heredarán los hijos y sus amigos, las familias de éstos, nietos y bisnietos, cientos de generaciones, viajará por el mundo a una velocidad tan grande y tan real, que ni siquiera tú, pobre desgraciado podrá pararlo. 
Tendrías que aniquilar a la Humanidad para que poder parar esto.

Dentro de milenios, mucho o algo de lo que enseñó mi madre, lo seguirás viendo en grandes personas, en gente, que, como ella, supieron vivir la vida, supieron darse y sumar a las personas que tenía al lado con una huella tan alucinante que va más allá de tu corto entendimiento. 

Mientras tanto, nosotros vamos a seguir viviendo, aprendiendo de todo lo que nos enseñó y gritando al mundo, que ella, Merche, ganó la vida, cada día. 

Igual que hoy.  
  

sábado, 8 de noviembre de 2014

Se llamaba Merche, y era mi madre

La entrada en este blog que jamás deseé escribir, y sin embargo tengo la necesidad de hacerlo, en un momento crucial de mi vida.
La hago escuchando la banda sonora original que tantas veces me acompaña de la película La Misión. Una obra de arte.

Durante estos días, que aunque no han sido muchos, os garantizo que han sido larguísimos, toca reflexionar de un montón de cosas. Decisiones vitales que a uno le vienen como un sopapo de la vida. Mi madre decía que nos preocupamos por cosas que no tienen importancia y que, precisamente a lo vital; a lo importante, no le dábamos ésa importancia.
Tenía razón. Como casi siempre.
Durante estos días - decía- han sido decenas, centenares, de personas que hablaban de mi madre, del cómo era, cómo sentía y cómo vivió esta vida.

Me propongo, aquí, ahora, hoy, contarte, susurrarte a ti y al mundo quien era mi madre, al menos un trocito de su cielo y de su vida.
Nació en Donosti, una ciudad que le tuvo enamorada siempre, por aquellas calles y olores se perdía, se le iluminaba la cara al apoyarse en la bahía de la Concha mientras te contaba donde se ponía ella con sus amigas y echaba una de sus grandes sonrisas.
Al tiempo, por el trabajo de su aita, director de banco, se fueron a Canarias. Allí estuvo hasta que con 18 añitos, año 1956, con dos cojones, decidió que quería aprender inglés bien. Puso rumbo a Inglaterra y en una estancia que iba a ser de 4 meses, duró 2 años trabajando de au pair. Aprendió inglés. Has de pensar que en el año 56, muy poca gente, mucho menos mujeres, tenían el valor de decirle a su padre "me voy porque sé lo que quiero" y con casi una mano delante y otra detrás, dejar todas sus comodidades, para ir a cuidar a 4 niños de una rica familia del barrio de Chelsea.

A su vuelta, ya en Donosti, evidentemente se la rifaban. Mi madre tuvo grandes amigas, y digo grandes porque las seleccionaba muy bien. Sabía a quien quería tener cerquita, y a quien no. Era clara.
Le encantaba bailar, muchísimo. Tenía ritmo dentro y mil anécdotas que contar, como aquella vez que de tanto bailar perdió un zapato en Londres y se pateó media ciudad para volver a casa descalza.
Hizo carrera de funcionaria. Sabía lo que quería. Quería tener tiempo después para viajar, reír y compartir. Era realmente difícil estar con mi madre más de 30 segundos y no sonreír.

Volamos a 1969. Noviembre. En un bar de Donosti, con unas amigas, alguien le presentó a un tal Mariano, un tipo guapo, alto y elegante. Ella siempre contaba que cuando le vio y habló con él un ratito dijo: "éste para mi".
Conseguía todo lo que se proponía, y esto no iba a ser menos. Mi aita por aquel entonces trabajaba en Barcelona. Así que ella, con otras dos pelotas, dijo: "me voy", ante la estupefacción de sus padres. A su padre, cuando éste se enteró de que vivían juntos, año 70 y le montó - intentó- echarle un broncazo, Merche, con la mano en posición stop, interrumpió a su padre y le dijo: "papá, si te parece bien, estupendo, si no, ya sabes donde está la puerta. Le quiero y punto". Le importaba un bledo lo que opinara la gente y si estaba bien visto o no vivir en un mismo techo sin estar casados.
Era valiente. Mucho.
Se casaron en 1971 en Donosti, en un banquete - con muy poca gente, elegidos-  y que aún hoy se habla de aquella celebración.
Iñigo nació prontito, a los 5 años salió el que os escribe y un año más tarde Maider.
Los vascos somos matriarcales, y Dios sabe que ella lo era. Una loba con su manada, el timón que llevaba la ruta.
Como en todos lados, hay épocas mejores y otras peores, pero supo rectificar, por una sola razón: AMOR.
Ella, Merche, mi madre, nos dio los mejores años de su vida, y la esencia de lo que significa el cuidado, el mimo, cariñosa a rabiar, pedía y daba besos y abrazos a discreción. No hay amor sin abrazos gigantes, me dijo más de una vez. Hay que estrujarse y sentir. Levantaba la cabeza, sonriendo, mientras te acariciaba la cara diciendo  "cariño".
Le encantaba cocinar. Y lo hacía de miedo. Preparaba cada plato desde el corazón, y al llegar a casa, quien fuera, ella hacía que todos sintieran esa casa como su hogar. No había formalidades, había esencia.
Mis padres nos han enseñado lo que significa el respeto y la discreción de verdad. Cada uno con sus opiniones, pero los dos con el mismo objetivo: disfrutar de cada momento.
Ver a mis padres era algo curioso, eran supercariñosos, con mil muestras de amor, de caricias en la mano y besos en cualquier momento. La gente se sorprendía, y a ella, le sorprendía que sorprendiera, y tenía razón. "Díselo ahora". Ella siempre lo decía, aún más, lo hacía.
Era una persona con rigor, en el sentido de las cosas claritas, con mil sueños y casi todos cumplidos.
Siempre planeando, siempre llena de ilusión, alegría y con una fuerza descomunal.
Sobrevivió a un cáncer de laringe hace 17 años.
Acompáñame al 27 de diciembre del 2013.
Un catarro fuerte, una placa, y el médico me anuncia que han encontrado algo. Y no parece bueno. Recuerdo el momento en el que se lo dije, en casa. Ella estaba malita y yo fui a recoger resultados. No sabría como describiros su templanza y tranquilidad.
Inmediatamente, imaginad, hospitales, pruebas, observación...
Se puso bien. Perfecta. Ahora tocaba esperar para operar.
Decidió, como siempre, no esperar a que la vida le traiga sensaciones, si no ir a por ellas, comérsela a bocados, disfrutar todo, a tope y siempre.


Mi relación con ella siempre fue especial, de ésas en las que con sólo mirarnos, sabíamos que queríamos de inmediato. 

A mi cabeza, ahora, vienen millones de momentos que pude disfrutar con ella, aprender, y sentirme el hombre, el hijo más querido del mundo. Recuerdo narices llenas de harina haciendo rosquillas, risas, muchísimas, viajes geniales, momentos únicos mirando el mar o alrededor de una mesa, charlas increíbles pausadas acompañados de un café y tiempo para conocernos, para saber que nos pasaba en el corazón y en la cabeza, me miraba con la cara que mira el amor cuando te habla, caricias en la mano constantes, siempre los demás primero. Siempre. Ella después. 
Tuve la gran suerte de poder decírselo. Le dije todo lo que deseaba decirle, y ella miraba alucinada con una humildad espectacular. 
Cada vez que me iba del hospital, siempre le hacía el mismo gesto: poner los brazos en plan superman sacando biceps. Y ella hacía lo mismo. 
Luchó como una superhéroe, porque lo era. Quiso y quería vivir y tuvo una vida feliz al lado de un marido alucinante, que durante estos 44 años de matrimonio, le dio todo. Se dieron todo. 
Ganaron. Ganó la vida, el orgullo de hacer las cosas bien y tener 3 hijos de los que sentirse orgullosa. Eso decía. 
Cierro los ojos, y la veo. La veo siempre. Con su carita y su alegría, la chiquitina de la casa, que se ha ido demasiado pronto. 
Lloras de rabia. Le echas de menos tanto que te duele la vida. Sientes que te faltan mil cosas por hacer, te duele cada cosa que hiciste mal con ella.


Ella nos enseñó de verdad. Haciendo. Cada día. Cada minuto. Toda la vida. 



Gracias mamá. Gracias por hacernos sentir tan especiales. 



Te quiero, toda la vida, no me hubiera perdido ni un minuto de ti. 

domingo, 5 de octubre de 2014

La historia de una superhéore

Lucha con una fuerza inusitada, de superhéroe, porque lo es.
Su capa es una manta de hospital, y su corazón es tan grande que cabe el universo.

Nunca lo dijo. Las superhérores son así, ella es así. Durante todos estos años ha protegido y protege a los habitantes de su familia. Ella es la última. Primero nosotros, siempre nosotros.
Después de 28 días luchando de una forma espectacular, de vivir a jugarse el todo y nada, de enseñar - otra vez- lo que significa de verdad entereza, valor, humildad y capacidad de sufrimiento, allá sigue. Mil sustos. Mil lecciones.
Vivo todo esto boquiabierto. Realmente impresionado por su ejemplo.

En la unidad de cuidados intensivos se vive eso, momentos intensos. Muchísimo. Donde sale lo mejor de las personas. De los de dentro y de los de fuera. 
Es curiosa y bonita en el fondo la relación que tenemos los que estamos allá y nos vemos cada día mañana y tarde. 
Siempre llegamos antes de tiempo, no vaya a ser que abran las puertas antes de la hora. No te quieres perder ni un minuto de ella. 
Esperas fuera, con los demás. Te miran, te guiñan y guiñas ojos, dedicas y te dedican sonrisas cuando te ven preocupado o triste. Nos preguntamos con miedo. No quieres que te den malas noticias y sabes como se viven. 
 
Pasando los días, echas de menos a gente que estaba allí. Algunos no pudieron más, lucharon todo. Ves a gente derrumbada, lágrimas, abrazos fuertes, apretar de dientes y gente que se aleja para llorar sólo. Vives alguna alegría y de repente, todos sonreímos. Todos somos cómplices de todos, aunque nunca nos hayamos hablado.
Cuando abren la puerta, allá vamos. Te pones la bata verde corriendo mientras andas, para no perder tiempo. Quieres darle un beso enorme y coger su mano.
Sé que pide que la peinen, las superhéroes son así. Quiere estar guapa para los suyos. Y perfume, por favor, escribe a las enfermeras. Aunque no pueda más. 
Te aprieta la mano todo lo que puede, siempre intenta sonreir. Sonríe. Lo que quiere es que no te preocupes. Espectacular. 
"Princesa" le dice una enfermera mientras comprueba un montón de aparatos y goteros. Siempre se ganó a todo el mundo, es lo que tiene tener un corazón gigante y ser noble, buena persona con mayúsculas. 
Esos minutos son gloria. Me quedo mirándola, grabando cada imagen para también recordar lo que significa luchar de verdad. Pregunta -escribe- por los demás. Y tú lo único que quieres es saber cómo está ella, esperando un mejor, o un muy bien que no llega. 
Los minutos pasan volando. 
Vuelves a la sala de espera. Ahora os informará el médico. 
Allí estamos todos de nuevo, con las manos inquietas, pensando y hablando en cómo la has visto e intentando adivinar que te van a decir. 
Muchas veces utilizamos la palabra miedo sin saber lo que realmente es, sin saber que es un sentimiento desgarrador, el miedo es la peor de las sensaciones. Sin duda. 

Sabes, además, que durante 4 días no la vas a ver. Tienes responsabilidades, trabajo y un equipo. 
Sabes, que durante esos días, miras compulsivamente el teléfono, estás alerta, sobre todo a las horas de las visitas. Te cambiarías por ella sin dudarlo. Sabes, también, lo que viven los que están allí ahora en esa sala, en esos pasillos. Otra lección de tu aita y de tus hermanos. 
Sabes lo que es estar en casa y echarla tanto de menos. Ella es el alma del hogar. 
A veces, te despiertas en medio de la noche porque acabas de soñar que vuelve a casa. La realidad te da un guantazo. Otras veces sueñas que todo es un sueño.

Por mucho que imagine todo lo que vive, nunca lo podré saber del todo. 
Una superhéroe tiene poderes sobrehumanos, y ella tiene todos los poderes del mundo juntos.

Por eso ahora, si algún día te preguntan si crees que existen los superhéroes, haz como yo y responde: "Sí, yo conozco a una, es mi madre".

"Continuará..."
  

sábado, 6 de septiembre de 2014

Que no te quede nada por decirle...

Vienes tranquilo en el coche, acompañado de un montón de gente que se acuerda de ti y llama sabiendo el porqué has emprendido viaje. Durante esas llamadas, y en las pausas, uno sonríe y se siente orgulloso de la cantidad de personas que están ahí, apoyando, escuchando o haciéndote reir.
Tengo la costumbre - no sé por qué - de imaginarme siempre el cómo y dónde está la persona con la que hablo y mientras me sentía orgulloso y agradecido por quienes me acompañan en este camino que llamamos vida, también me dió por pensar en la cantidad de veces, a cuanta gente, que han hecho un alto en el camino, o mil, que han estado ahí siempre, que te suman... a cuanta gente hemos dejado de decir las cosas que realmente queríamos decirles.

Somos lo que hacemos.
Pensaba en esto, cuando al fondo, en el horizonte de la autopista se veía brillo de sirenas, el jaleo de mil coches, ambulancias pisando a fondo llevándose a personas que luchan por vivir, y al pasar justo en el lugar donde ocurrió, ver centenares de trozos de coches, cristales, ropa, maletas... y las caras de las personas que trabajaban o miraban aterrorizados, llorando, secándose las lágrimas o tapándose la cara con los chalecos refrectantes,  llevándose las manos a una cabeza que dice no compulsivamente.
Has de pasar despacio, y pararte a pensar, tras ver esas caras de dolor y de incredulidad; que un día, cualquier día, puedes ser tú, o alguien a quien amas con todo lo que ello significa, en mayúsculas, o que haya sido realmente importante para ti,y no le hayas dicho lo que realmente piensas, sientes y quieres.
La realidad, es que ahí estaban, esparcidos y rotos un montón de sueños y vida.

Supongo, que al llegar ese momento - el de la muerte-, ¿no hubieras cambiado todos los días de tu vida, para volver a tener la oportunidad de decirlo?.

A tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, novias o incluso a personas que aunque estuvieron poco por mil razones dejaron una huella espectacular en ti...

Un cartel te anuncia la llegada a Zaragoza. Sabes lo que os espera a tu familia y a ti en un par de días. Quieres exprimirlos al máximo antes de que ella entre allí, a la soledad de mil luces encima suyo y caras anónimas con mascarillas. Quieres decirle - aunque sea la vez mil- que es la mejor madre y mujer del mundo.

Hasta que eso llegue, quedan 2 días donde no me quedará nada por decirle.
Que no te quede a ti. 

Continuará...


domingo, 24 de agosto de 2014

Gracias

En el último día de unas merecidas vacaciones, en el momento en el que saltan a borbotones miles de momentos, vivencias geniales de ésas que quedan clavadas en el alma, pero todas para aprender, para crecer, juntos.
A ti, sí a ti, te doy las gracias. Unas gracias enormes, las mayores del mundo.
Gracias por compartir.
Gracias por estar siempre.
Gracias por dejarme disfrutarte.
Gracias por la confianza.
Gracias por tu lealtad.
Gracias por tu madurez.
Gracias por tu sinceridad bestial. Por darme y decirme, por hacerme crecer cada día, y que cada uno de ellos sea otro regalo.
Gracias por todos los momentos en los que uno pudo fallar y equivocarse y pararte para comprender, escuchar, y acompañarlo todo con la mayor de las sonrisas.
Gracias por hacerme sentir el hombre más importante del mundo.
Gracias por tu amor con mayúsculas.

Gracias, al final, porque uno cierra los ojos, y lo que quiere es tenerte siempre bien cerquita, aquí, a mi vera, mientras vive sueños.

Regalos.

sábado, 28 de junio de 2014

Érase una vez..

Así empiezan los cuentos que escuchábamos con la boca abierta cuando éramos enanos.

Te quedabas ensimismado, aunque lo hubieras oído mil veces y supieras como seguía la historia. Te la sabías de memoria. Pero daba igual. Lo importante, era quien te contaba la historia y cómo.
Era emocionante.
Pongamos ahora, que el cuento y la historia es la tuya. Te la están contando mientras la vives.
Es tu vida la que te están contando. Y es que la vida da muchas vueltas.
Probablemente - corrijo- seguro, jamás pensaste, por ejemplo, hace 10 años donde y como estarías ahora.
Es igual de emocionante. Damos pasos en la vida sin querer, queriendo.
Más tarde o más temprano, aunque a veces nos cueste verlo, vuelves a los orígenes. Somos como niños grandes. Quieres la pureza bien entendida, las cosas reales que duran y están siempre. Un día cualquiera, de un mes cualquiera, te darás cuenta, sonríendo, un montón de cosas que quizá no has querido ver y están. 
Sólo hay una vida. No es una mala noticia, al contrario, creo que es una noticia espectacular. Dura muchos días, pero sólo es una. Y además tampoco sabes cuando termina la peli.
Hablo de volver a los orígenes porque aún aprecias más, - sobre todo si estás lejos- millones de cosas que te hacen sonreir.
Tu familia, tus amigos, tus historias.
Es como si hoy, fueras a tu colegio, a ése que ibas cuando eras pequeño, imagínate, - pruébalo- y entraras en el aula, y estuviera allí tu pupitre, la misma pizarra, la misma vista desde la ventana de clase, el mismo suelo y olor. Vendrían a tu cabeza, a borbotones, mil vivencias, millones de sensaciones. De casi todas, guardas detrás una sonrisa.
A eso vamos, nos lleva la vida. A valorar las cosas y personas que han demostrado a todas que estarán allí. Irás a la familia, a los amigos de siempre y a quien te ama de verdad y bien.
Es brutal sentir que todo lo que te rodea es gigante.

Nunca te quites los méritos de haber conseguido eso, mantener, vivir y sentir. Esas cosas hay que regarlas, mimarlas.
Te encontrarás bailando y jugando con la vida, mientras el alma se ríe y tú lo transmites. Alucinante. 
Los cuentos siempre terminan "fueron felices y comieron perdices y colorín colorado este cuente se ha acabado". 

Puede que el secreto de tu cuento, de tu historia, creíste vivirla hace muchos años, muchos, y que ya pasó. Y puede que te equivoques.

Mientras tanto, vive tu cuento, tu historia, ve hacia la gente de verdad y volverás a oler, paladear y sentir de una forma espectacular.  

Escucho ahora a mis sobrinos "tío, tío, ven, ven, vamos!!" mientras sonríen de lado a lado, esperando a que les cuente una de mis historias de piratas, puertos, héroes, abordajes, y cofres del tesoro.
Hoy, ahora, en la piscina, no les contaré una de esas.
Les voy a contar la historia de mi vida. :-) 

martes, 10 de junio de 2014

Detalles

Bien tempranito. Contento. Allá vamos.

La sensación de tocar y coger arena a las 11 de la mañana, todavía un pelín húmeda, y recogerla en tu mano mientras el sol empieza a saludar al mundo, tu mundo, es una sensación extraña. Chula. Como si fueras el primero en descubrir el mar y el sol y se hubiera pintado ese espectáculo para ti. 
 Era una cala perdida. De ésas que a uno le llevan los que conocen el lugar y te pidan guardar silencio sobre coordenadas, no vaya a ser que el paraíso lo reventemos con pelotas de Nivea y poca educación.

La mano en la arena, aprietas puño, y te das cuenta, de nuevo, que cuanto más aprietas, más se te escapa entre los dedos. Mucho mejor que las cosas fluyan de manera natural, dejar que pasen y se vivan.
Respiras tranquilo. 
Pasear hablando y compartiendo genial debería ser una de esas cosas obligatorias en los colegios, en la vida. Parar y seguir cuando te de la gana. 

Hay mil detalles que a uno le suman, y por lo tanto, también hay otros que restan. Somos detalle. No hay nada más natural que un detalle. Sale, surge.

Hablaba de esto, de los detalles, al ver a una pareja que no habían tenido un buen día, se les notaba, y lo dejaban claro, con sus gestos, tono... y los detalles. 
De hecho, estoy seguro, que todos nosotros, tú y yo, alguna vez hemos tenido uno o varios detalles - sin querer y queriendo- que las personas guardan. 
Lo cortés no quita lo valiente, y debemos tener en la cabeza - yo el primero- que enfrente tenemos a personas. 
La alegría de contar con mil detalles buenos, con amistad y lo que toque, con sentir y reír, y que todo eso surga de una forma tan genial y espontánea, es sin duda, motivos con mayúsculas para continuar creciendo y aprendiendo. 

A tod@s a los que en su día, por lo que sea, he tenido un mal detalle, algo innecesario, os pido disculpas. 
A l@s que tenéis y vivo detalles geniales cada día, gracias. Hay cosas, que aunque a priori parecen nimias, dan la vida. :-)

Mientras tanto, cuida lo que tienes alrededor, y a los que tienes lejos y quieres, házselo saber. 

Este minuto no vuelve!

miércoles, 28 de mayo de 2014

Habitación 615

Llevo unos días en Zaragoza, y algunos quedan por delante.

Hay viajes que uno hace con gana y gusto. Este ha sido diferente. Muy diferente.
Arrancas el coche, después de trabajar, y al principio, entre llamadas y planes de acción el mundo no te deja parar.

Hasta que de repente, Plas!. Llega la bofetada. En ese momento sabes exacta y precisamente porqué estás ahí, de noche conduciendo y haciendo 400 km un lunes cualquiera.
Pides fuerza para quien te dió la vida. Fuerza para una persona espectacular, rezas, y te acuerdas de ella. De su mirada y de sus gestos, sus risas, y sus mimos. Piensas que los quieres para siempre.
Estoy preparado para todo en esta vida, lo sé. Para eso, no. Ni quiero estarlo.

Tengo el orgullo, y el placer de unos padres fantásticos, absolutamente increíbles, forjados a base de respeto, amor, generosidad y valor.
Allá vamos todos. Todos los que vivimos de fuera estamos yendo a casa, al hogar, a cuidar y dar mimos, apoyar, y darlo todo. Lo que hiciera y haga falta. 
Zaragoza es una ciudad donde he vivido mucho, pero todo eso queda atrás, no importa, no me importa nada de eso. Sé lo que quiero.
Durante el viaje, existen esos momentos de subidón, siempre busco el lado positivo - siempre lo hay-, y de repente te encuentras a ti mismo cantando. El cerebro humano es brutal, impresionante. Busca escapes. Y hay que saber dárselos.

Estás en la puerta del hospital. Vas rápido. Te mueres por darle un abrazo enorme. Un hospital casi vacío. Aceleras.
Abres la puerta de la 615 y ves una cara iluminada, sonriendo, radiante de ver a uno de sus hijos. Grande. Gigante. Momentos únicos que quedarán siempre.
Durante la operación, cada hora pasa como un día, miras constantemente a ver si suena el teléfono de la habitación para dar noticias. Te mueves, os movéis, de un lado a otro, silencios y charlas. Va y viene gente por los pasillos. Te das cuenta también que todo el mundo guarda sus historias, que tu vacío en el estómago está compartido y que cientos de almas luchan en ese momento.
No suelo aparentar nervios. Casi nunca. Suele ir por dentro. Tengo confianza y seguridad, y la doy.
Cuando llaman para dar noticias, bajas esas seis plantas con tu familia en absoluto silencio. Suspiros, abrazos y hombros apoyados. Allá vamos.

Pasar esa noche con ella fue un honor para mí. Un regalo. A su lado. Intentando devolver - imposible- todo lo que ella y él han hecho por mí. Los detalles nos hacen grandes y ellos han tenido millones. Aprendo, me enseñan cada minuto que paso a su lado.
Ves a una persona débil, con la cara triste y que quiere, pero no puede.
Un día, - pienso mientras la miro dormir a las 3 de la mañana- llegaré a ser mayor. Y estaré en ese lugar. Cuando ese día llegue, me gustaría haberme ganado con mi forma de ser y de vivir a tantas personas que me cuidan y me miman. Ella lo ha hecho. Eso y más.

Das paseos por los pasillos, no puedes dormir, y te juntas, escuchas y ves de todo en los silenciosos y oscuros pasillos. Señoras llorando, gritos de dolor, ir y venir de enfermeras que atienden timbres tocados por almas.

Allí estamos. Allí sigue. En la habitación 615.


martes, 27 de mayo de 2014

Un día en la pecera...

Os pongo en situación. Trabajo en unas oficinas totalmente diáfanas, separados los despachos, salas y departamentos por cristaleras.
No hay trampa ni cartón. Todos vemos y participamos. No hay mayor secreto que el trabajo bien hecho.

Oficinas amplias, sensación de libertad.

Allá estamos.
Sin embargo, existe un reducto, un lugar, que aunque guardado por cristaleras totalmente transparentes, queda cerrado al público general. Aunque invitamos a cualquiera. Y por allá pasan.
Allí estoy yo. Liderando un equipo - dándolo todo al menos - y acompañado de almas grandes, que aunque no lidere, porque no toca, si que toca compartir, ver, escuchar, y sentir.
Pongamos que se llaman Jessica, o Alicia, o Quima, o Isabel y Bea y añadimos a Laura y a Eva, aliñado con Josep y servidor. Pongamos. Por poner nombres, digo. ;-)

Uno - decía- ve, siente y escucha. Soy - quien me conoce lo sabe- de los que prefiere estar allí, al lado, cerquita. En la trinchera. Allá, donde las bombas, las alegrías y las penas tocan. De todo tiene que haber. Y eso quiero. Para poder decidir, tenemos que conocer. Todo. A tope. Siempre.

Podría escribir de cada una de esas personas, - compañer@s- y dedicar líneas y pensamientos, reflexiones y consejos, detalles geniales... y al final, me doy cuenta, de que, en el fondo, quien más aprende, es uno mismo. Todos los días me llevo algo. Algo que aprender y que ver, algo que suma.  

Tienen la potencia de leones, y mientras se lo creen y comprueban, maullan y ronronean. Susurran mimos. 

Grandes personas, buenos profesionales, que un día, al mirar atrás, con todo su valor, podrán decir aquello de que "nos los hemos comido con patatas".

Lo conseguirán. Lo conseguiremos. Seguro.

Equipazos. Aupa!


lunes, 21 de abril de 2014

Vivir en Cataluña

Vivo y trabajo en Cataluña desde hace algún tiempo. Más allá del jaleo de cambiar de casa, mudanza, etc, se sitúa el estado mental al hacerlo.

Ilusión por un buen proyecto, y dejar cosas lejos que en determinadas circunstancias, te gustaría tener más cerquita.
De vivir en Valencia - tanto personal como profesionalmente- aprendí muchas cosas. La impaciencia no es buena, y todo requiere su tiempo. Llaman suerte, cuando en realidad quieren decir esfuerzo + oportunidad. No hay suerte en el trabajo, o en la vida. Existe la constancia y el querer crecer, tener hambre de construir.

No hay atajos para el éxito. Y desde luego, lo más práctico y lo más inmediato, no es lo mejor. Casi nunca. 

Cuando te llegan oportunidades, aprovéchalas, creéte grande porque lo eres, si te llaman, te buscan y se esfuerzan.

Vivir en Cataluña - de momento - no es diferente a nada ni igual tampoco. Gente trabajadora en su mayoría, con ganas de inventar, abiertos de mente y amantes de su tierra. Como casi todos.

Os iré contanto como va por aquí... hasta entonces, te invito a querer crecer, a reírte y aprovechar las oportunidades, que, -  un día te darás cuenta - tú mismo te vas creando a base de hacer las cosas bien.

Adeu, amics! ;-)

jueves, 6 de marzo de 2014

Enhorabuena!!

Acabo de tener noticias de alguien que hacía mucho tiempo que no tenía. Y entre una cosa y otra, me ha dado por pensar. Nada sucede por nada. Me ha alegrado mucho saber que está genial y feliz, luchando cada día y disfrutándolo.

Si te paras a pensar en cómo ha ido cambiando la vida, y con ella nosotros, es algo sorprendente.
Hay cambios de todo tipo.
Cuando éramos más jóvenes, no entendíamos eso de evolucionar "algún día no te gustará salir con los amigos", por mencionar una minucia. Sonreíamos, mientras pensábamos "no tienes ni idea".
Ahora dan ganas de reirse al recordar esas historias.
Quien te lo iba a decir. Si das una vuelta por tu mundo, por los amigos, la familia, hermanos... en fin, lo que llevas viviendo toda la vida de cerca, puede que la carcajada sea de escándalo.

Cambiamos. Evolucionamos. Gracias a Dios. :-)
Las prioridades cambian, pero el espiritu debe ser el mismo, el exprimir, aprender, apreciar, paladear y darlo todo. A todos.
Si haces memoria, o repasas lista, también te darás cuenta que hay cambios de todo tipo. Para bien y para mal.
Gente que estaba perdida y se encontró, gente que luchó porque tuvo amigos que lucharon con ell@s, personas que un día dijeron hasta aquí, y hoy respiran hondo mirando el sol tranquilo. Cuesta, pero sólo hay una vida, eso piensan - pensamos- los que un día necesitamos cambiar cosas en la vida.
Después están l@s que no sabes que les pasó para terminar así. Gente que te enamoraba, personas que te dabas cuenta que estaban sin ver que estaban, almas generosas de corazón, que un día, no se sabe bien porqué, o sí, pero para que mentar las circunstancias, decidieron que lo mejor era no ser ell@s.  Decidieron, poco a poco, dándose cuenta, pero qué carajo, lo primero soy yo y después ya veremos, que merecía la pena mirarse todo el día el ombligo, no mirar, no querer ver, no escuchar o escuchar y no hacer.
A todas esas personas que en su día decidieron cambiar - decidimos- quiero darles la enhorabuena, la más sincera enhorabuena por su valor con mayúsculas, por mantener amigos con sinceridad contando TODA la verdad, enhorabuena por dar una lección a todos los que estamos cerquita y ser hoy mucho mejor personas. Ser feliz sí tiene precio. Tiene el precio de aprender y mejorar, de honor y valor.


Gracias a todos los que han apoyado a otros a vivir y gracias a todos los que habéis hecho posible que alguien cerquita vuestro, sea quien sea, pueda mirarse al espejo y sonreir con el alma.

jueves, 20 de febrero de 2014

Vergüenza

Ayer. Centro de Valencia. Una plaza con algo parecido a un parque. Rodea la plaza varios bares con las terrazas. Ocho de la tarde. Bastante gente.

En el parque, dos niños, de entre 6 y 8 años juegan con su abuelo. Juegan al escondite. Entre las rodillas del abuelo. Se lo están pasando genial los tres, el abuelo, ríe y los niños están entusiasmados. Sus cabezas aparecen y desaparecen de las piernas del abuelo, de hecho, otros niños alucinan con lo bien que se lo están pasando.

El abuelo mira atento mientras ríe y de vez en cuando abre las piernas para darles sorpresa.
De repente, aparece. El padre de los niños. Bien vestido, preocupado más por tener el cuello de la camisa bien alto y los zapatos limpios - se para hasta 3 veces en 30 metros por la gravilla para limpiarlos - llega al lugar de los hechos. Allí están los chicos pasándolo genial con el abuelo. No es muy mayor, tendrá unos 75 años. Un hombre elegante, pelo blanco, y con los zapatos y el pantalon manchados por la manitas de los niños y la gravilla.

Llega el padre - decía - el iluminado padre, y suelta un "qué hacéis?, hala, venid aquí".
Los niños, casi a la vez responden "jugar". El iluminado, como si nada hubiera oído, repite que vayan hacia él, cerca de un banco.
Al abuelo se le va apagando la sonrisa y empieza a mirar estupefacto a su yerno.
Los niños obedecen. Y el padre les da en la mano dos ipad. Con dos cojones. "Jugad con esto que estáis armando escándalo", suelta el tipo.

A los cinco minutos, la foto era ésta: Un banco con dos niños de 6 y 8 años jugando al ipad, con los ojos pegados a la pantalla, sin hablarse, sin compartir nada, y el abuelo sentado en el mismo banco a medio metro sólo. El padre volvió a la terraza con su mujer e hija del abuelo.
La madre, aún dijo: "ves que bien?, así tranquilitos...". Había una pareja con ellos en la terraza que se quedaron perplejos con la escena. Amigos suyos.

Contemplando todo eso me dio por pensar en varias cosas.
Primero, qué clase de padres son ésos que en vez de promover que sus hijos jueguen utilizando la imaginación, ejercicio, compartir, hacer familia ... prefiere que se peguen como dos gilipollas al ipad. No armaban ningún escándalo. Al contrario. 
Qué clase de hija ignora la felicidad de su padre - el abuelo -, ignora todo lo que dio su padre por ella, y le deja tirado allí como si fuera un perro.
Y por último, pero también importante. Qué clase de amigos - se les veía con mucha relación-  no tienen el valor y los cojones de decirles a los que llaman también sus amigos que hacer eso es una barbaridad. ¿Por que se van a molestar? ¿Por que es duro decirlo? Porque allá ellos? No nos vayamos a meter en cosas donde no nos laman, perdón, llaman.

Pues si decirlo, a cuenta de la felicidad de los niños, del abuelo, del amor entre padre e hija, de educación, de respeto y de que evidentemente hay que cambiar algunas cosas importantes, que hay que abrir los ojos y cambiar, significa que ya no habrá esa amistad. Adelante. La obligación de cualquier amigo es decir las cosas como son, gusten o no y ayudar. 
Y si aún reconociendo los hechos, no se reacciona ni una ni cien veces, esperar a que les entre la fuerza para eliminar el orgullo y la luz para ver lo que han de hacer.

No sé el nombre de los niños. Sé que después de 1 hora en el banco con los ipads, se levantaron ante la llamada de los padres y se alejaron. Los niños sin despegar la mirada de las tablets, los padres iban primero hablando de fulanito y menganito.

A unos 10 metros iba el abuelo. Sólo. 

Vergüenza. 

miércoles, 19 de febrero de 2014

22 consejos para gestionar un restaurante

Después de haber estado en más de 600 restaurantes, bares, tabernas de mucho, medio y poco postín http://11870.com/javierguene uno se queda muchas veces con una sensación de que falta algo. Al final, uno opta por decir las cosas más claras, y no quiero seguir sorprendiéndome porque a uno le traten bien en un restaurante o un camarero haga bien su trabajo. La realidad allá fuera es que nos sorprende.

Si no te gusta la gente, no tienes paciencia, si no sabes que la hostelería es tratar a cientos de personas cada uno de su padre y de su madre, si no sabes que debes tener el espirtu de Job y todo eso con una sonrisa en la cara,  haz una cosa: apaga la luz, echa la persiana y cambia de oficio. Hay un montón para ti. Este no.

Conviene dejar claro que los clientes abonamos una factura para un buen servicio, no nos están haciendo ningún favor, al contrario.

Existen 3 objetivos que debes tener en mente constantemente, siempre, y aunque parezcan evidentes, es igual de evidente que a much@s se les olvida:

1. Que a la gente les guste tu restaurante.
2. Que vuelvan a tu restaurante.
3. Que hablen bien de tu restaurante.

Allá van 22 consejos. Da igual que tipo de bar o restaurante tengas, si de barrio o mil estrellas michelín. Se trata de servicio, de cuidado.

1. Recibe a tus clientes como recibes a la gente de tu casa. Es la primera sensación y debe quedar claro que estás encantado de atenderles en TU casa.

2. Si puedes, deja a tus clientes que elijan la mesa donde sentarse, allí es donde van a comer y cuantas más cosas elijan ellos mismos, menos probabilidad de equivocación tienes. A todos nos gusta elegir los sitios.

3. Música. No pongas la música muy alta. Pero ten siempre música de ambiente. No debe ser demasiado movida y desde luego nunca de radio.

4. No tengas la TV encendida, bajo ningún concepto, a no ser que tu restaurante sea de comidas donde la gente va sola por trabajo. Queremos que tus clientes recuerden tu casa como un lugar donde compartir, y comunicarse.

5. Ten mucho cuidado con los camareros que contratas. Son la cara y ojos de tu casa. Deben de ser gente cordial, discreta y que les guste la gente. Deben entender que los clientes también entran en su casa.

6. Siempre, absolutamente siempre que se sientan en la mesa, y sin preguntar, invítales a una copa de vino. Si es una pareja, ponla de vino blanco, - ellas lo beben mejor- y si son hombres que pidan lo que quieran. Al servirlas, "cortesía de la casa". Queremos que la gente se anime a beber con nosotros, damos, además un detalle a nuestros clientes, y comenzar la comida con buenas sensaciones. Ojo, el vino blanco debe estar bien frío, no de cámara, si no de hielos. Y al menos con 45 minutos de adelanto entre hielos.

7. Cuida el precio del vino. Actualmente se manejan uno márgenes del 100%, eso provoca que el cliente opte por beber menos, no beber, y al final no querer hacer todo lo que le apetecía. Fija un margen de 8-10€ por botella. Para todos, es algo que se hace ya en muchos restaurantes y se nota y mucho en la venta.

8. Las Servilletas. Evita ponerlas de papel. Y si no hay más remedio, hay servilletas y servilletas, no queremos que esté toda la mesa o la barra lleno de kleenex o que la gente esté incómoda.

9. Deja siempre la botella a mano de tus clientes. Si es vino blanco, la cubitera cerquita, y si es tinto o cualquier otra cosa en la mesa. No confundas servicio con dar vergüenza a tus clientes por querer tomar una copa más. A su ritmo. Están en su casa, recuérdalo.

10. Cuando hables de tu carta, intenta dar un mensaje que califique a cada plato. Los clientes no recordamos todos los platos y necesitamos resumen. "sabroso" "elaborado" "excelente materia prima" "recién hecho".

11. Adáptate a cada comensal, a cada mesa. Puede haber parejas enfadadas, románticas, amigos con ganas de charla tranquila... Sé discreto y sonríe.

12. Las ensaladas. No hay que sacarlas en plan exposición y si lo haces, sácalas en un plato o bandeja amplia para poder revolverla. Una ensalada mal aliñada no vale la pena. Deja siempre los condimentos a mano.

13. Ojito con pedidos como "la carne muy poco hecha" o "muy hecha". Escucha bien a tus clientes y dales exactamente lo que piden. Si te confundes, lo arreglas tú.

14. Atento a las pistas que te dejen tus clientes en tu casa. Un plato a medio comer, tiene muchas probabilidades de que no haya gustado. Pregunta el porqué y propón una solución a tu cuenta.

15. Siempre, absolutamente siempre ofrece en tu carta la posibilidad de medias raciones, en todos los platos que puedas. Vas a vender más y la sensación es que es más barato, y comen más variado.

16. Si por alguna razón, la salida de un plato se retrasa más de lo debido, ofrece una compensación. Un copa, o un pintxo. Un buen detalle hablará bien de ti y de tu casa. Siempre.

17. Cuida las valoraciones y opiniones que hacen de tu casa en internet. No se puede contentar a todos, pero sí responder, tomar nota, que el cliente se sienta escuchado y darle solución.

18. El trato a los buenos clientes: exquisito. Y con eso no me refiero a dar un abrazo al llegar o mostrarse mucho más "de casa". Mójate. Todavía más si ha traído referencias. Porqué no invitar a cenar , o al postre, o a la bebida?

19. Evalua siempre tu trabajo. Al final de la comida y con la cuenta entregada - sé valiente- puedes darles a tus clientes un pequeño cuestionario de su estancia en tu casa. Revísalas cada semana. A la gente les cuesta decir la verdad cuando se les pregunta a la cara.

20. Los niños. Es estupendo que haya niños en el bar, en la sala, y que montén cierto alboroto, pero has de vigilar que no haya niños que molesten a los demás clientes. Hay, como sabes, ciertos padres muy permisivos. Hay que decírselo educadamente. Puedes perder muchos clientes por eso.

21. Si tienes terraza, aprovecha siempre e invita a que tomen el café o la copa o lo que sea allí. Cambiar de ambiente le gusta a la gente, y no debes olvidar a los fumadores.

22. La despedida del cliente. Un momento importante, al fin y al cabo, como con los postres es la última sensación que se queda. Dedícale a ello 2-3 minutos, y el concepto debe ser: "esta es vuestra casa".

Pondría muchos más, pero falta tiempo, amigos.

Cuidad vuestra casa. Al fin y al cabo, nos cobráis por estar en ella!

Con cariño. :-)


jueves, 13 de febrero de 2014

Enjoy!

Pruébalo. Coges el mapa. Cierras los ojos de verdad. Y tu dedo te lleva. Hazlo de noche. Sal al amanecer. Date el gustazo de ver amanecer en la carretera.

Reserva una buena habitación de hotel rural para 4 días, de esos que tienen encanto, mejor antiguos, para vivir la historia, y poder tocar piedras suelos y contemplar techos que vieron y vivieron muchos más antes que tú, hace cientos de años.

Da igual el tiempo. Pero seguro que tienes suerte, como yo y puedes perderte.
Me encanta la gente de los pueblos. Mayores y no tan mayores. Escuchar sus historias, las de antaño y también las nuevas. Tienen una nobleza y generosidad especial, mayores y pequeños. Saben que esto de la vida va de compartir, de ayudarse, de estar, de amistad.
Deja el puñetero móvil. Comprueba sólo lo justo. Deja la mierda del washapp y obvia los 114 mensajes de 27 conversaciones que tienes. Con quien quieras hablar, llama.

Allá andábamos varias personas con la misma idea - no nos conocíamos-. Es increíble la cantidad de gente que decide lo mismo que tú, que piensa en parar. Relax. Tranquilidad. Reir. Y el fuego.
Es sencillo hablar y disfrutar cuando lo que une es la idea real de que la vida es otra cosa. Es gustito. Y si vienen mal dadas, echarle huevos y convicción.
Mirar estrellas durante mucho, mucho tiempo. No hace falta hablar, o sí, lo que quieres es hacer un alto en el camino.
Deja la música, lo único que hace es impedir pensar en lo que toca. Que lo que escuches sea a ti y las historias para aprender, dar consejo, y recibirlo.

Volver al día a día es un placer. Esto lo haces precisamente para eso, para seguir disfrutando de tu familia, de tu trabajo, de todo cuanto te rodea y cogerlo con aún más potencia. 

Allí no queda nada, lo llevas contigo. La experiencia y las nuevas amistades son tuyas y suyas, la sonrisa quedará eterna. 

Este minuto no vuelve! Enjoy!

viernes, 7 de febrero de 2014

Si yo pudiera...

Escuchando la canción bonfire hearts, de un tipo genial que acabo de descubrir - James Blunt - o al menos no sabía que era él,  en uno de los muchos viajes Valencia - resto del mundo, pensaba en la letra de esa canción.

Dice un montón de cosas. Pero habla también de la cantidad de gente que quiere una llama, pero no quiere quemarse y luchar por ello, y los cientos de personas que pasan frías por tu vida sin mirar a los ojos.

Cuanta gente desea cosas, pero realmente no está dispuesta a dar lo que debe dar por conseguirlo, cuantas personas mienten - se les nota cuando la única salida es el enfado - y pasan por la vida, cada lunes, martes y miércoles con un eslogan interior "otro día más".
Nervios, insomnio, sensibilidad, el mundo, hay un complot contra ellos. Es acojonante. La culpa es del mundo.
Cierto, tienes razón. El universo se ha alineado, lleva 180 millones de años esperándote y  se ha unido con un único propósito, el de joderte la vida, el de que te mires al espejo y no te reconozcas por reacciones, ni por, en el fondo, tu interior.
No, no tienes la culpa por no haberlo intentado, eso son chorradas, ve a un monte y grita, échale la culpa a la Luna, o a Dios.
La vida es esto. Caer y levantarse. Lo primero, está permitido, lo segundo es obligatorio. Deja de hacer estupideces, enfréntate a la vida, que sólo hay una y disfruta con orgullo de quien eres. Y si hay que cambiar, amig@ mi@, se cambia. Que de eso se trata. De ser valientes y vestirse por los pies. Sin mentir. Dando. Ganando cosas cada día.

Hay que mirar a los ojos. Pero de verdad. Agachar la cabeza y llorar si hace falta, reaccionar, y querer sentir cada día, o el día menos pensado, aunque estés con multitudes de personas a tu alrededor, sentirás la soledad más terrible, y ni siquiera podrás mirarte a los ojos, ni quizá a los que quieres o quisiste, precisamente porque no fuiste tú, la mejor versión de ti.

Mirar a los ojos, no es mantener la mirada, es abrir el corazón. Dejarte la vida en ello, en ti, por los tuyos y tú.

Si tienes la suerte de contar con alguien que aún sabiendo todas las miserias, ofrece hombro y vida, sólo tienes que ir a un espejo y hacerte la pregunta adecuada. 

Hay un montón de cosas ahí fuera que merece la pena disfrutar, saborear con una sonrisa gigante, de ésas que comen el mundo, y acostarte sabiendo que eres un poquito mejor, y un poco más feliz, y que mañana, en cada minuto, podrás decir a ese universo, que sí, que eres tú, y que prepare la estrella más bonita del mundo, porque cada noche viajarás allí.

" Caer está permitido, levantarse, es obligatorio ".