viernes, 11 de marzo de 2016

Nueva ubicación del blog

Aquí tenéis el enlace al nuevo blog. A ver si consigo que los de blogger redireccionen directamente ;-)


https://esteminutonovuelve.wordpress.com/

Nos vemos por allí! :-)

viernes, 20 de noviembre de 2015

Goodbye my lover

Recuerdo cantarla con ella, con mi madre, casi susurrándola, en el hospital, "Goodbye my lover" de James Blunt. 
La canción habla de un enamorado que le explica y le cuenta a su amor todo lo vivido, todos los sueños presentes y futuros que tuvo junto a ella. Es una canción muy bonita, aunque también triste. 

Hace 1 año que se fue, y me parecen mil.
Hablaba ayer con alguien muy especial, de que, efectivamente, hay personas especiales, hay personas que poseen un don tan sumamente brutal, de una potencia tan descomunal que serías capaz de entrar a una habitación, saber que está, sin ni siquiera haber comprobado que él o ella están allí. 
Merche, mi madre, era una de ellas. 
Son muchas, muchísimas las personas que me hablan de ella, la recuerdan con muchísimo cariño porque ella lo dio, sonríen porque ella les sonrió, agachan la cabeza conteniéndose tristeza porque ella era alegría y le parecería mal. 
Era un terremoto de pasión, fuerza y vitalidad.
Actuaba. Ya. Ahora, como si adivinara que esto fuera a terminar más pronto que tarde.
Cada día, cada noche, la recuerdo. La intento vivir y aprieto dientes del porqué ya no está. Es imposible pensar en la justicia de una ausencia que se fue demasiado pronto. 
Lloras de rabia y entiendes de repente, con un sopapo descomunal, que el regalo más grande de tu vida, se acaba de ir. 
Recuerdo perfectamente aquellos días, cada minuto, cada imagen, cada palabra, cada gesto de todos los que nos rodearon, de todo lo que separados y juntos vivimos. 
Aprendes mucho, cosas buenas y no tan buenas. También sirve para darte cuenta de quien merece y quien no, pero eso, eso lo dejo también para mi.

Un golpe así - como casi todo en la vida- se salva y pasa de la mano, juntos, la familia se une aún más si cabe para poder tragar saliva juntos, hombros fuertes desde donde compartir todo lo vivido, gestos que hacen que el mundo, al menos durante unos segundos vuelva a brillar y darse a los amigos o a quien toque desde la generosidad de aprovechar cada segundo. 

Rememoras cientos de  situaciones a cámara lenta, escudriñando cada segundo que pasó, intentando revivir detalles para tenerla más cerca, ésa es la verdad. 


Escucho y conozco a muchas personas que aún cuentan con sus padres, vives situaciones en las que es imposible que no se me escape en mi cabeza un "te estás equivocando" cuando te hablan de ellos. Es cierto que no todos los padres y madres son iguales, faltaría más, pero no es menos cierto que damos por sentado que estarán ahí toda la vida y que un día, amig@ mío, convéncete, no estarán.  

Es; en esos momentos, y durante todos los días y noches de tu vida después de que marche, en los que pensarás porqué no hiciste más. Aprovéchalos. 
Hazme caso, ni siquiera tú eres eterno. 


Pensaba en esto el otro día, cuando me crucé con dos hombres sentados en un banco del centro de Zaragoza. 

Eran padre e hijo, seguro. Callados, en silencio, ni se miraban. Allí andaban viéndonos pasar a gente con traje, con el ajetreo diario del trabajo, de las rutinas, los recados... 
Parecían enfadados. Caras serias, manos fuertes,  piel curtida, años de sol y tierra, pensé.
Vienen de visita a la capital, supuse. 
Vestidos con traje "de domingo", ropa ya vieja, utilizada cientos de veces, zapatos con mil kilómetros y el nudo de las corbatas ya pasadas de moda sobre un botón abierto de falta de costumbre y agobio. 
Tenía yo un compromiso cerca, decidí cambiar el sitio para poder verles desde la terraza tomando un café. 
Durante todo ese café, no se hablaron, y cuando se cruzaban sus miradas a veces se quedaban parados, supongo que pensando que carajo hacían allí, así. 
Tenían razón. Así no. 
Hemos de saber y aprender a aprovechar a quienes nos dieron todo lo que fuimos y somos, a quienes en una demostración descomunal de amor incondicional pusieron a sus hijos por encima de cualquier egoísmo, decidieron dar y recibir muy de vez en cuando, o no recibir, porque tú lo vales todo. 
No hay amor más grande que el de sus padres por sus hijos, que el de una madre que ha compartido contigo tantos latidos, lágrimas y risas. 

Deja el silencio para cuando realmente no puedas hablar con ella o él, ve y dale un abrazo de esos geniales, siéntate y que te cuente, cuéntale y vive. 


A fin y al cabo, estás aquí gracias a ellos. :-)

lunes, 21 de septiembre de 2015

40 veranos

Ya han caído - los cuarenta veranitos, digo- y lo hacen de una forma extraña. 
Extraña porque es mi primer cumpleaños sin mi madre cerquita, aquí, dando esos achuchones y sonrisas que te daban la vida. 

Uno vuelve de nuevo a casa, ya para quedarse y vivir nuevas etapas. Esto de la vida es elegir, adaptarte, superarte - al menos intentarlo- y saborear cada experiencia que brinda la vida. 
Me acabo de dar cuenta, que éste que escribo es ya el post nº 100 de este blog, y releyendo te das cuenta de todo lo que cambia la vida a un ritmo inimaginable, y que todo esto está lleno de sorpresas, unas buenas, espectaculares y otras que jamás hubieras deseado conocer. Todas se viven, y cuando estás en ellas, poca veces piensas o te das cuenta, que eso, lo bueno y lo malo, todo es pasajero. De unas, las buenas, disfrutar, no pares de disfrutar y saborear y las malas, cuando hincas rodilla y alma, es mejor respirar, parar para saber qué vas a hacer al levantarte. Sin prisa, pero sin pausa. 

Pensaba en esto días atrás viendo a un señor mayor, de unos noventa años. Tenia el pelo blanco,  le costaba muchísimo andar, se apoyaba en su bastón, vestido con su chaqueta de punto por si tenía fresquito luego, miraba despacio, fijándose bien donde apoyaba sus pies y el bastón para no tropezar. 
Estábamos en El Pilar, y su destino era el mismo que el mío. Hay personas que en su cara reflejan vida y bondad, y ésta era una de ellas. Me quedé observándole, pensando en el valor y el amor que hace falta para, estando tan débil, acudir allí en búsqueda de refugio en lo más íntimo de tu ser. En el alma. 
Llevaba anillo, en recuerdo de quien fue su compañera de vida. Eché de menos a sus hijos, pero probablemente acuda allí cada día y ellos estarían trabajando, preocupados - quise pensar - por quien les dio la vida también. 
Hurgaba en sus bolsillo, con la mano temblorosa, despacio, intentando encontrar una moneda para brindar una vela en recuerdo de quienes él tanto quiere. De pronto paró, se debió dar cuenta que no tenía moneda y miró a su alrededor, no sé si buscando a alguien que le diera esa moneda o si quería ver si alguien le había visto. 
Todos lo habíamos visto, las 20 ó 30 personas que allí andábamos. 
Antes de que pudiera reaccionar, ya había 3 personas a su lado, cogiéndole del brazo y ofreciéndole la tan ansiada moneda. Dos mujeres y un hombre. Jóvenes y no tan jóvenes que le miraban sonriendo con la mano extendida. 
Miró primero a los 3 despacio, con un hilillo de voz, les dio las gracias, después, cogió una de las monedas. 
La introdujo y aquella vela nació. 

Se dio la vuelta todo lo rápido que podía y miró hacia el fondo de la sala. Recorrió con su cabeza y ojos todo el lugar, mirando, observando, y al final, sonrió. En un alarde de fuerza, levantó el bastón con boca de marfil saludando con un respeto impresionante. 
Bajó por la rampilla despacito y se marchó.
Él se marchó, pero allí quedamos unos cuantos mirándonos pensando en que cuando lleguemos allí, a esos 90 o más nos encantaría que nos mimaran así, que se lo había ganado seguro, que aquel abuelo gigante iba allí a devolver amor y a recordar a quien tuvo a su vera tantos años. 
Era la última hora de la tarde, habiendo salido de trabajar, cansados, con mil cosas en la cabeza todos los que estábamos allí, él, sin saberlo, siendo él mismo, nos regaló a todos una sonrisa y una alegría. 
Y una enseñanza, probablemente la mayor enseñanza que uno pueda y deba aprender en la vida: sé generoso, generoso de corazón y alma. 

Una tarea nada fácil, pero de ésas que si lo consigues debe ser absolutamente brutal. 
Merece la pena - al menos para mi- por todo lo que tengo aquí, por la familia, los amigos, por quienes coinciden conmigo sea donde sea luchar por todos ellos. 

Lo gigante deber ser no tener que esperar a los 90 para esto. Hacerlo desde ya. 

A por ello vamos. Ya os contaré... (o no). ;-)

viernes, 1 de mayo de 2015

El asiento 1b

Madrid. Llevo varias semanas aquí y este fin de semana decidí ir a casa.

Estación de Atocha y empezamos puente. Un montón de gente,  con sus maletas, sus prisas, ves discusiones, caras alegres, despedidas geniales, trajín de gentío con sus vidas...en sus maletas llevan mucho más que ropa, llevan las ilusiones, los miedos y también los sueños.

Ave Madrid - Zaragoza. Jueves, salida 16:05.Asiento 1C ventanilla.

Dejo las maletas, la americana arriba tranquilamente y me siento. Recuesto el asiento. Respiro hondo. Voy a casa. Semanas duras, chulas y duras. Cierro los ojos. 

"Mundo, déjame un hora tranquilo", pienso mientras silencio el móvil.

Al poco, viene una mujer al asiento 1b. 

Es una mujer guapa, seria, elegante y con gusto al vestir, de unos treinta y siete años, de ésas con facciones finas, morena. de pelo corto y lleva a un precioso niño en brazos. 

Es su hijo, tanto cariño y ternura sólo viene de una madre. 
La madre, aunque es seria, ríe con el niño y le hace carantoñas y le regala mil besos. El niño, que en el chupete pone su nombre, -pongamos Marcos-, ríe y ríe. Simplemente está feliz y la madre con él. Una imagen genial. 

La madre, observa enseguida que estoy cansado e intenta hacer callar al niño que no para de carcajear, reír y hacer pedorretas. 

Me pongo las gafas de sol y giro la cabeza para que estuviera tranquila. El niño me mira y quiere tocarme. Le hago un gesto a la madre en señal de que no pasa nada, realmente no me importa, de hecho la imagen es, en sí, preciosa. 
El tren sale. Comenzamos viaje. 

Ella recibe una llamada en su blackberry negra. El niño está apoyado en la mesita y está tranquilo, duda, pero decide atender el teléfono. 

La sonrisa se borra al instante. 
Ella habla muy bajito, no quiere molestar, si fuera por ella, es de ésas personas que cuando les llaman, se levantan y hablan donde se debe hablar. 
"Haz lo que quieras". "Los dos sabemos hace tiempo que esto no tiene sentido", dice seria y también triste. Cuelga. Aunque al otro lado del teléfono se notaba que querían seguir hablando. 
Gira la cabeza pausada y me mira; ya no llevo las gafas de sol. Levanta las cejas, y con una voz que salía del corazón dice: "cometí una vez un error, no lo haré más, estaré con quien quiero estar". 
Le sonreí, me quedé callado y le levanté el pulgar.
No hablamos más en todo el viaje. Ella siguió haciendo carantoñas a su niño, y yo me quedé dormido, y si me despertaba, allí estaban, de foto. Dándolo todo. 

Llegamos a destino. Salimos a la vez, aunque ella iba algo más rápido. Miraba hacia arriba, buscando el final de las escaleras con una ilusión desbordante. 

Las escaleras mecánicas se le hicieron eternas. Allí estaba él. Un hombre de su edad, sencillo, con cara de buena gente, con los brazos tan abiertos que cabía el mundo. 
Allí fue. Un abrazo espectacular, se susurraron algo al oído y allí se quedaron. 
Pasé junto a ella, y le guiñé un ojo. Ella lo guiñó también. 

Una mujer valiente sin duda, que decidió dejar todo lo que debía dejar para hacer realmente lo que sentía. 
Le deseo que sea así de feliz toda la vida.
Me hizo pensar en si de verdad estamos con quien queremos estar, conozco - seguro que tú también- muchas personas que se dejan llevar por la inercia, personas sin emoción o muy poca, gente que se levanta por la mañana pensando en que su vida es y será así, sin luchar. 

A ella y a él, les llegarán también mal dadas, y hay que estar preparado, hay que tener paciencia, la vida tiene piedras, puentes y valles. Lo importante es estar unido, y estar con quien quieres estar, con esa persona que te roba el alma, que te suma y te encuentres en sus ojos, que hables de la vida y sientes que naciste para vivirla con ella. 


No os he dicho el nombre de ella. Se llama Felicidad. ;-)